lunes, 4 de junio de 2012

Capítulo 4 Bata limpia...


4
Bata limpia
El taxi que dejó a Nicel cerca de la entrada frontal del Hospital había conseguido tomar un atajo en el recorrido de diez calles, algo que sin duda le había ahorrado unos minutos, sin embargo iba a llegar con un retardo de por lo menos quince  de éstos y a pesar de la prisa que sentía, sus apresurados pies no encontraban la manera de caminar con mayor velocidad.
Ojala no hubiera elegido los tacones esta mañana- Se dijo a sí misma y ciertamente esto era lo único que podía hacer por sus doloridos pies, era muy incómodo tratar de correr con zapatillas puestas.
La entrada del Centro Médico Nacional el hospital en el que ella trabajaba, se encontraba aproximadamente a cien metros de la vía vehicular principal, una gran avenida de cinco carriles que se extendía de sur a norte por esa zona de la ciudad y que era imposible de atravesar de otra manera que no fuese usando el puente peatonal. Era justamente el detalle de subir las escaleras lo que más le incomodaba. Se recordó ser más práctica la próxima vez, se traería un par de tenis, no importaba si eran los menos elegantes pues sin duda serían mucho más cómodos.
Apartó estos pensamientos de su mente y se concentró en lo que posiblemente encontraría ese día en el piso de Neumología del hospital, pues tal vez aquellos momentos no fueran los más apropiados para preocuparse de sus comodidades siendo que el país se encontraba sumergido en una alerta fase cinco internacional y por más que deseara no estarlo, ella estaría involucrada.
-Vaya todo el personal médico estaría inmerso hasta el cuello en la contención del problema, actuando como primeros respondedores-
Se transformarían en la barrera que frenaría el avance y la diseminación del virus, era una simple cuestión de organización y cultura preventiva, algo fácil de entender pero muy difícil de implementar, al menos para una población tan grande como la de la Ciudad de México. Además ella había visto en ocasiones anteriores como las personas pierden el control ante una amenaza colectiva… El impacto psicológico era tal, que fácilmente pudo haberse considerado de la magnitud de una guerra civil un evento como este… y no se diga de la lucha contra el narcotráfico.
Nicel trató de abandonar estos pensamientos, tenía que estar alerta.
Al aproximarse hacia la puerta de acceso para el personal médico inmediatamente pudo notar la dimensión que había alcanzado el problema, tanto a nivel social como a nivel biológico: decenas de personas se encontraban formando un tumulto caótico en torno a la puerta principal, algunas de ellas veíanse claramente enfermas, estornudando y frotándose los ojos o la nariz con un pañuelo de papel. Por aquellos días de un año cualquiera que no fuese ése precisamente, una enfermedad respiratoria en una persona hubiera podido parecer “típica” y en cierta forma lo era pues los pequeños brotes de influenza estacional  o resfriado por Rinovirus abundaban aquí y allá, no obstante, en las últimas horas los noticieros habían reportado un aumento espectacular del aumento de casos “atípicos” como era el hecho de que casi todos ellos se encontraran en individuos jóvenes sin antecedentes previos de enfermedad.
– ¿Cómo era posible que las personas más sanas y de buenos hábitos y alimentación cayeran enfermas en cuestión de sólo uno o dos días? Acaso nos estamos enfrentando a una cepa mutágena del virus que ha logrado disminuir de algún modo su velocidad de incubación?-
Eran las preguntas que surgieron una tras otra en la mente de Nicel mientras contemplaba con pasividad a aquellos hombres y mujeres en su alboroto, como si las ideas brotasen de un géiser en su cabeza. Todas las preguntas que hasta ese momento no había tenido tiempo de hacerse comenzaban a surgir de una en una, tristemente todas ellas sin respuesta alguna, al menos, por ahora…
Nicel comenzó a caminar entre aquellas personas ávidas de atención, tenía que hacerlo, después de todo estaban bloqueando la única puerta por la cuál podía acceder a la instalación.
Espabila- le gritó su mente consiente, pues aunque ella deseaba con mucha fuerza estar detrás de una mesa de laboratorio poniendo y quitando matraces, cultivando células y experimentando con aquel nuevo y sofisticado virus hasta llegar a la cura, nada podía hacer por aquella fantasía científica en ese instante, su trabajo en el hospital también era importante y aunque curar a las personas y darles alivio era de las cosas más hermosas de la profesión, no por ello estaba exenta del peligro más próximo: Contagiarse de esa nueva cepa. Un pensamiento bastante inquietante, que se volvió aún más cuando uno de aquellos individuos comenzó repentinamente a sufrir un violento acceso de tos productiva…  
El hombre tosió una y otra vez sin dejar de agarrarse con fuerza el pecho, sin duda aquejado de un intenso dolor precordial, entonces, tan inmediatamente como había empezado se desplomó al piso y comenzó a salir de su boca una gran cantidad de líquido marrón.
-La tos es demasiado intensa, le ha provocado una reacción vagal llevándolo al vómito- Fue lo que la intuición de Nicel, magistral para la medicina, había concluido en sólo cuestión de segundos. Era un tipo de pensamiento rápido al que estaba acostumbrada por todos esos años de rotar en el pabellón de urgencias: De un momento a otro podía estar jugándose la vida de alguien
El hombre de repente dejó de vomitar y quedó inmóvil boca arriba, con los fluidos brotando a borbotones de su cavidad nasal. Nicel no tuvo que pensarlo dos veces, dejo caer sus cosas y se arrojó de rodillas al suelo, ese hombre se había convertido inmediatamente en su paciente y ella en su responsable.
-Seguramente ha broncoaspirado y el fluido ha invadido las vías respiratorias inferiores, quizá sus músculos estén demasiado débiles para lidiar con el espasmo y expulsarlo- De un solo movimiento se colocó el estetoscopio y exploró los focos pulmonares principales…
-Nada, no tiene murmullo respiratorio, no está respirando… pero aún tiene pulso… ¡Resucitación!
Menos de dos minutos de maniobras fueron suficientes para expulsar el líquido y devolver el movimiento respiratorio… El hombre volvió en sí, se encontraba vivo y consciente. Los arduos años de entrenamiento estaban dando sus frutos, había salvado una vida.
Nicel aún se encontraba de rodillas en el piso verificando los campos del tórax con su estetoscopio por última vez cuando un par de camilleros salieron y ayudaron al hombre a incorporarse para ingresarlo a urgencias. Ella aprovechó la apertura de las puertas para por fin llegar al interior del edificio, dejando atrás aquel tumulto de personas enloquecidas que querían tomar por la fuerza la salud en sus manos…
Cuando ya se encontraba por fin en la comodidad de la oficina que, por ser jefa del servicio de Neumología le correspondía en aquel séptimo piso del hospital, pudo por vez primera en toda aquella loca mañana volver a respirar con la seguridad que esas cuatro paredes le proporcionaban, sin darse cuenta de lo excesivamente violada que ya se encontraba esa aparente y estéril seguridad, pero logró notarlo en el momento en que se quitó la bata empapada de las secreciones respiratorias del sujeto al que había salvado, formando una mancha color café cerca de la pechera, cuál si fuera una taza de café derramada.
Casi al instante pudo reflexionarlo y percibir el enorme riesgo que había representado esa mancha cerca de su boca, de su nariz, de la entrada del aire a sus pulmones…
¿Acaso se había contagiado con el simple hecho de aspirar el hedor? ¿Ese contacto, aunque muy superficial habrá bastado para enfermarla? ¿En cuánto tiempo comenzaría a experimentar los síntomas?
No, no podía empezar a dar vueltas a una idea posiblemente equivocada, pues no era una completa certeza que estuviese ya contagiada para entonces, tantas cosas habían sucedido desde que llegó al metro esa mañana, tantas formas en las que se había podido poner en riesgo sin siquiera darse cuenta de ello, que la paranoia dentro de ella comenzaba a gritar, pero tenía que comportarse como lo que era, tenía que participar en la contención de todo este problema, su departamento y sus habilidades eran una pieza fundamental para ello, además, de todas las personas que manifestaban síntomas de resfriado, ¿Cuántas de ellas realmente estarían infectadas con la cepa AH1N1? Era poco probable que más del ochenta por ciento ya que si esto fuera de hecho cierto, estaríamos enfrentándonos a una pandemia que podría alcanzar dimensiones globales… ¿Era esto posible? ¿Cuánto tiempo quedaba antes de que el contagio fuera irreversible?... Las preguntas solo seguían amontonándose una tras otra en la lista de cosas pendientes por reflexionar, ojalá encontrara tiempo pronto para hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Nicel abrió un par de casilleros de la pequeña estancia en la que se encontraba. Recordaba haber guardado en alguno de ellos una bata nueva de repuesto en caso de que no pudiera traerse la de siempre y por fin la encontró debajo de una pila de libros de medicina que se encontraba sobre una de las sillas y se la puso despreocupada por primera vez en su vida, de que se encontrara arrugada, se conformaba con que estuviera limpia de secreciones, virus, bacterias, o todo aquello que pudiera ponerla en riesgo…
“Una bata limpia y un par de guantes siempre serían el mejor escudo de un médico” se jactaba de decir a veces a los estudiantes y desde ese día, decidió que esa sería para siempre su frase favorita.
Había dieciséis pacientes en el piso de neumología esa mañana y ella tenía que pasar visita a todos y cada uno de ellos, una tarea sencilla en comparación con lo que estaba por venir…
Salió de la pequeña oficina y cuando estaba a punto de cerrar la puerta, el teléfono en el interior sonó. Ella se apresuró a contestar totalmente ingenua a la noticia que recibiría…

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